Mi Libro de Sueños (Relatos en Medio Oriente)

jueves, agosto 24, 2006

KARABASH KÖPEK



UN RELATO DE LA MONTAÑA

Dedicado a (1)KARABASH y a EMINE.

La campiña olía a verano recién llegado y a medida que nuestros pasos sentían el cansancio por el calor, grandes y enojados guardianes comenzaban a amedrentarnos.
Yo sabía las reglas básicas de conducta para la expedición y había sido advertida de la presencia de perros celosos que custodiaban de cerca a ovejas y cabras.
El guía fue el encargado de ahuyentar a los enemigos que de a poco fueron apareciendo.
Nuestra marcha continuaba entre verdes campos, tractores y pastores; y mientras subíamos la mirada se proyectaba hacia el mar celeste pintado allá abajo.
Cada pueblo que atravesábamos tenía su encanto particular, pero todos coincidían en los laboriosos campesinos, el distinguido ganado, las plantaciones de tabaco, las mezquitas tranquilas y las majestuosas fuentes de agua; lugar de encuentro obligado para intercambiar ligeros saludos de hermandad: (2)"Selamun Aleykum", (3)"Ve Aleykum Selam".
La hora del regreso era cuando los rebaños apuraban su paso cuesta abajo; y así con cada pastor arreando el ganado los sonidos de cencerros llenaron el atardecer.
Todo el lugar en armonía quedaba preso en un simple click, foco de nuevo, ángulo perfecto y otra toma para imprimir. Giro a la izquierda, otro hacia la derecha y allí estaba él, casi sin emitir un solo gemido ocupó el cuadro completo de mi cámara con su cuerpo claro, esbelto, joven y engrandecido como un victorioso gladiador.
Miré atentamente a mi alrededor pero solo él yo éramos los protagonistas en el pintoresco retrato. Los animales siguieron con sus alegres cencerros en busca de sus establos. Sin poder gritar ni alejarme por la desconfianza que inspiraba esa mirada y sus fauces; permanecí inmóvil para no entorpecer el proceso de estudio al cual el cancerbero me estaba sometiendo.
Algo en mí simpatizaba con el peligroso y atento cuidador, quizás la semejanza con Cyro mi ovejero alemán. Tomé coraje, rompí el silencio y sutilmente le murmuré algunas palabras que a su expectante oído parecieron extrañas. ¿Cómo se dirían las mismas palabras en turco? Y así por eternos minutos mantuve el murmullo y la calma.
Las manadas que pasaban se fueron alejando y allá distante en el campamento pude ver al guía que me hablaba. No quería alterar al extraño que ya erguido se había percatado de la situación. Tuve miedo que el centinela atacase bajo presión, pero aún algo en mí me transmitía confianza.
Mis murmullos se volvieron amistosas palabras y decidí hablarle como a una persona. Sin mirarlo a los ojos le comentaba lo que haríamos más tarde, al día siguiente y de las millas que había recorrido para tan sorpresivo encuentro. Nada parecía convencerle; y su desaprobación se reflejaba en el fruncido hocico negro desde donde asomaban afilados dientes blancos.
El guía no dudó un instante más, se dirigió a su mochila y con las más atinada firmeza tomó una pistola y apuntó para evitar un conflicto mayor. ¡No te muevas! me gritó a medida que se aproximaba con la mira en su pupila fija. ¡Son perros feroces!
Cerré mis ojos. Sentí el sudor frío en mi cuerpo. No podía esconder mi intención y deseos de revertir el acontecimiento. La criatura estaba a casi dos metros de mí y no quería verlo morir frente a mis ojos. Tampoco quería ser presa de sus mandíbulas, y por un segundo temí lo peor.
Sus largos pelos irizados comenzaron a acomodarse en el lomo oscuro y a pesar que sus patas temblaban por el esfuerzo y la tensión, continué hablandole de la compasión que me despertaba.
Era un ejemplar joven, fuerte y bello para morir. Aún debía demostrarla a la manada sus dotes de fiel pastor. Nada predecía aún el final. Tampoco nadie tomaba la decisión del desenlace.
El guía preparado y sin bajar los brazos con que dispararía a matar. Yo inerte sin poder ni siquiera pensar. De pronto y como era de esperarse el canino depuso su hostil actitud.
Le pedí al guía que bajase el arma y se tranquilizara, pues no presentía en el animal intenciones de ataque. Continué mi monólogo por un rato y le expliqué que su pose merecía una foto, y con determinación comencé a alejarme.
Por un instante volví una tierna mirada hacia él, sentado y dueño del maravilloso paisaje. ¡Sin duda le pertenecía desde hacía tiempo! y sonriente extendí mi mano para llamarlo. (4)"Köpek" lo apodé mientras convencido venía hacia mí con actitud amistosa aunque no muy entregado. Volvimos a acercarnos hasta que mis dedos acariciaron sus duros y gruesos pelos típicos de los rebaños de clima frío. La caricia duró poco y como pidiendo disculpas se apartó de mí para echarse en la hierba.
La noche extendió su oscuro manto frío y bajo reproches ajenos por mi osadía, cerré la carpa y me fui a dormir.
El amanecer trajo consigo un nuevo concierto de cencerros y gritos perdidos de pastores que pasaban por el lugar. Abrí los ojos y me pregunté qué sería del guardián.
Abrí la puerta de la carpa impaciente y ansiosa, y para mi sorpresa allí lo encontré, vigía nocturno del campamento. "Köpek, (5)merhaba Köpek"! lo saludé con entusiasmo, y así casi de rodillas me quedé a contemplarlo.
Los pasos de un caminante se aproximaron y decidí incorporarme para ver. Era una alta y anciana mujer, vestida de largo y pañuelo oscuro; su mirada era seria y discreta: "Selamun Aleykum" saludó al tiempo que me ofrecía un recipiente con blanco y puro yogur, pan caliente y manteca recién hecha. "Ve Aleykum Selam" le respondí mientras tomaba su ofrenda desinteresada. (Si algo ofende a un turco-musulmán es el desprecio de lo más sagrado: (6)"Ekmek"). (7)"Tessekür Ederim", agradecí a la dama mientras observaba que ordenaba a "Karabash" a retirarse de inmediato. El perro obedeció y casi como despedida bajó su mirada y tomó su puesto entre el ganado.
El guía siguió la conversación con ella en su idioma y yo quedé triste mirando a "Köpek" alejarse.
Mi amigo había roto las reglas de vigilancia la noche anterior. ¡Había dejado la manada por la guardia en el campamento!
Era la hora de partir y allá a lo lejos trepaba "Köpek" con su rebaño. Saludamos a Emine la pastora y no contuve mi ánimo de expresarle que quería a su perro. Ella no sintió celos ni se mostró molesta; solo me dijo que era cachorro, que aún no tenía un año, que había nacido en su casa y que su esposo no podría vivir sin él. Con voz calma y con gestos duros como el clima agregó: "será un excelente perro y en vano sería que Ud. lo lleve a la ciudad, su casa está aquí en la montaña, entre gritos de cabras, vacas y ovejas, entre los vientos fríos y la nieve del invierno, entre el silencio y la paz. ¡Gracias por cuidar de él durante la noche, nunca durmió fuera de casa! Solo siento que no debió exponerse al acariciarlo; aquí los perros no se contactan con la gente, por el contrario los atacan si se sienten amenazados"
Seguimos la caminata durante el día y en silencio marchamos hacia nuestro objetivo: la cima. Un dejo de melancolía acongojó mi corazón.
Emine tenía razón. Ese era su hogar, con sus bondades y desventajas, ese era su clima, sus sonidos, su paisaje. Esa será su vida en las alturas, allá donde el (8)"Ezan" lo acompaña a diario y donde las conductas se harán un hábito entre pasturas y manadas. Caerán muchas noches, seguirán muchas lunas; será fuerte y más grande; y algún día quizás entre cencerros andariegos y ladridos impacientes nos volvamos a encontrar.
En la grandeza de la creación, en la pequeñez humana, en el verde entre la bruma, en su hogar: en la inmensidad de la montaña.
(9)INSHALLAH!
(1) Cabeza negra
(2) Saludo Musulmán
(3) Contestación al saludo Musulmán
(4) Perro
(5) Hola
(6) Pan
(7) Agradecimiento
(8) Llamado a la oración Musulmana
(9) Dios lo quiera - expresión de deseo
"Información acerca del Pator de Anatolia"
Pastor de Anatolia

Fuerte y ágil, el Pastor de Anatolia tiene la cabeza fuerte y el cráneo ancho, de hocico fuerte y las orejas pequeñas e insertadas altas, son llevadas péndulas. Los ojos son oscuros o marrones. El cuello es fuerte y poderoso. De cuerpo ancho y fuerte, miembros musculados con pies grandes. El lomo es recto y un poco arqueado en la grupa. La cola la lleva muy alta, sobre todo si está alerta. Pelaje : Corto, áspero y muy denso. Color : Arena o leonado. Debido a su gran vigilancia ataca al mínimo gesto de desconfianza. Necesitan tener una educación constante y cariñosa. Aprende rápido las normas que se le imponen. Adaptado a la vida en familia es inteligente y sensible. Posee gran instinto protector llegando a atacar al mínimo movimiento, es extremadamente desconfiado con los extraños y muy vigilante. Paciente protector de los niños, pero no recomendado para jugar con ellos. Conocido con el nombre de perro de guardia turco, fue durante siglos utilizado como perro de combate o para la caza mayor. Utilizado también como perro pastor. Mientras guardaba el rebaño los lobos se mantenían alejados. Se le utiliza cada vez más como perro guardián, debiendo, entonces, estar guardado o encerrado, puesto que es tal su desconfianza con los extraños que puede morder a alguien. Con una educación especial puede ser un buen animal de compañía.